Himno
Andaba yo en males mil,
absorto en la vida vil,
muy lejos del Señor.
La voz oí del Sinaí
clamando a gritos hacia mí:
“Que muera el pecador”.
¡Ay! ¡ay! de mí, que pecador,
he obrado contra mi Señor
y su ira beberé.
Con truenos ya la ley decía
que muerta está el alma mía;
sin duda moriré.
Angustia así me atormentó,
mas Cristo por allí pasó
y viome con amor.
“Ven, alma triste, ven a mí”,
me dijo Él, y me acogí
al tierno Salvador.
La justa ley me condenó;
mas Cristo ya me libertó,
sufriendo allí en la cruz.
Con gozo siempre cantaré,
de eternas penas escapé
por viva fe en Jesús.