Himno
¡Jerusalén celeste!
Visión de paz dichosa,
de Cristo santa esposa,
radiante de esplendor.
Su fábrica es divina,
son vivos sus sillares,
y de ángeles millares
la ciñen en rededor.
Ciudad del Rey eterno,
de perlas son sus puertas
continuamente abiertas
al mísero mortal;
Y en su recinto moran
los que por fe se elevan
y el sello augusto llevan
del Verbo celestial.
Felices moradores
allí perenne canto
profieren al Dios Santo
que de ellos se apiadó;
Y honor y gloria entonan
al inclito Cordero,
que amante en el madero
por ellos se ofreció.
Al mismo Cristo amamos,
y al mismo Dios servimos
los que por fe vivimos
ansiando allí volar.
Y pronto gozaremos,
pasando sus umbrales,
las dichas eternales
del suspirado hogar.