Himno
¡Pasad, pasad, oh Maestro, el umbral!
La voz oí que aliviará mi mal;
púsose el sol, ruge la tempestad.
¡Os necesito, Salvador, entrad!
Mal preparado estoy, Jesús, Señor,
por la visita del divino amor;
y nada tengo con que agasajar
a quien se digna en mi casita estar.
Huésped eterno, aún ahora entrad,
os lo suplica mi necesidad;
Vuestra presencia todo cambiará,
entrando vos la confusión huirá.
No intento ahora preparar lugar
do el Rey de gloria pueda en mí posar;
Todo es tan pobre, bajo, ruin aquí,
¡peor aun hacer que espere allí!
¡Venid! — no para hallar en mí, Señor,
digno lugar que more vuestro amor,
mas a quitar mi noche, miedo y mal
con vuestra luz y gloria celestial.