Himno
Un ancla tenemos que el túmido mar,
por mucho que ruja, no puede quebrar
la dulce esperanza que infunde Jesús,
legada en su muerte de angustia
en la cruz.
Allende los cielos el trono de Dios,
que rige supremo en el reino de amor,
este ancla fijemos que firme estará,
pues Dios, nuestro Padre,
no nos faltará.
Y cuanto más ruja la cruel tempestad,
más firme tomemos el cable de fe,
que furia de vientos, ni embates del mar,
no pueden del puerto
la entrada vedar.