Himno
Corazón oprimido, buscando solaz,
¡oh! mira al Señor y no llores más.
La luz de su rostro te iluminará,
y, como en el cielo, no habrá noche acá.
Mirando a Jesús, yo no más podré ver
los peligros y penas que me hacen temer;
Las lágrimas tristes no me obcecarán;
las dudas infieles se disiparán.
Mirando a Jesús, de su amor gozaré;
en el mundo habrá penas, en él paz tendré.
La mar de mi vida podrá alto rugir;
si miro al Señor, ya no la puedo oir.
Mirando a Jesús, sus palabras oiré:
“¿Por qué temes tú? ¡Oh qué poca es tu fe!”
Y al fin en la gloria mi gozo será
su rostro divino por siempre admirar.